Nuestro subconsciente o
simplemente el destino se encargó de dejarnos bien claro que no era de su
agrado dejar la ociosa ciudad de Las Vegas, ello significaba dejar atrás
comodidad, lujos y caprichos, para volver a la ruta. Sin duda echaremos de
menos nuestra habitación del hotel cuando tarde, ya oscureciendo aún no sepamos
dónde dormir, o simplemente no encontremos el lugar que habíamos designado el
día anterior.
Si os preguntáis por qué sabemos
que algo nos impedía abandonar la ciudad, os lo paso a contar:
Primero, seguimos las
indicaciones de Google maps, y no encontramos la calle para incorporarnos a la
93 Sur, por lo que después de varias millas en pleno mediodía con calor de
desierto, nos dimos la vuelta y seguimos el camino más largo pero que ya conocíamos,
es decir, por la 15 Sur hasta la 93, pero que pasó en el desvío….Pues que tanto
casino y tanto reclamo, nos despistamos con la que sabíamos que era la última
mirada de aquella ciudad. Así que hicimos otras millas de regalo.
Finalmente, encontramos la 93
Sur, y el próximo destino sería Kingman, donde ya enlazaríamos con la 40 Este,
que nos lleva directamente a la clásica Ruta 66.
Pero antes de llegar a Kingman,
el depósito se empieza a quejar así que nos desviamos justo por la salida del
Skywalk (herradura transparente por la que puedes caminar a una altura de 1200
metros por encima del colorado), ya que indicaba área de descanso y gasolinera,
pero cruzamos el pueblo y no vimos nada, seguimos varias millas, el desierto
nos abrazaba con su brazo más caliente, la última marca de gasolina, cada vez
parpadea más deprisa y ni una sola señal del dichoso líquido.
Decidimos dar la vuelta,
exhaustos paramos en un remolque-bar, donde una chica muy simpática nos indica
donde está el surtidor, solo unos metros más adelante, más tranquilos nos
refrescamos con sendas aguas. Al seguir las indicaciones de la chica, llegamos
a un surtidor minúsculo, tapado por una camioneta de reparto, era imposible
encontrarla sin saber que estaba allí. Para más INRI y para seguir la odisea
del día, problemas con la tarjeta, pero nada grave se hace un prepago y salimos
de la maldición.
Pocas millas más adelante, ya
está la 40, carretera más agradable, de montaña, nos permite subir algo la
velocidad y comodidad. La temperatura también baja unos grados que agradecemos,
incluso en uno de los pasos (paso del coyote) nos caen cuatro gotas de agua,
que lejos de molestarnos, agradecemos.
Llevamos ya 136 millas desde el
último repostaje, necesitamos parar, justo cuando aparece el desvío de nuestro
destino, Williams, pueblecito que nos integra directamente en la Ruta 66.
Tras comer algo, conocemos el
dinner más famoso, Cruiser’s y nos regalan un espectáculo en la calle de
vaqueros, y es que el pueblo vive de eso, es aún un pueblo del lejano oeste, y
vive de la Ruta 66, los antiguos trenes del Cañón y los souvenirs. Y es que en
este país, de todo se saca provecho y cualquier recurso es bienvenido.
Nos dirigimos ya hacia nuestro
camping en Flagstaff, que habíamos reservado desde Las Vegas, pero que pasa?
Que nuestro fatídico día de confusiones no había acabado, primero tomamos mal
la dirección del camping elegido por otro que habíamos estado tanteando.
Luego tras hora y media de
vueltas por el pueblo, nos encontramos con que el elegido se encuentra a 135
millas, la dirección de la reserva en la oficina central, por lo que no nos
sirve.
Todo tiene arreglo, volvimos a la
segunda opción Woody Mountain Campground y plantamos nuestro chalet sin
problemas, pese a la oscuridad que ya envolvía el ambiente, pese a ser solo un
poco más de las 21:00.
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